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En Argentina, la construcción de un orden capitalista tuvo por protagonista principal al sector agropecuario vinculado a la exportación. Promediando el siglo XIX, en el marco de la expansión de la demanda mundial de lana, se aceleró en la provincia de Buenos Aires, la acumulación centrada en la producción ovina, vinculada con el mercado mundial. El desarrollo demográfico, la aceleración de la urbanización, especialmente, el crecimiento de la ciudad de Buenos Aires, estimularon el desarrollo de la producción manufacturera y artesanal. A mediados del siglo XIX, la producción se mantuvo bajo dominio de los talleres, muchas veces en manos de trabajadores por cuenta propia, otras a cargo de un patrón que contrataba asalariados, pero que operaban en pequeña escala. Pronto empezaron a surgir mayores establecimientos, basado en el empleo de mano de obra asalariada, pero donde los métodos seguían las pautas del tradicional sistema artesanal. La transformación de seguido, recién se produjo con la expansión de la organización fabril que empieza en el decenio de 1870.
Lo nuevo y lo viejo coexistieron en esta etapa de transformación, compitiendo por un mercado que creció vigorosamente. Esta expansión del sector artesanal-manufacturero y de crecimiento de la empresa capitalista planteó necesidades nuevas en materia de mano de obra.